Aterricé por casualidad en la Sala Galileo ("e per si muove") una noche que cantaba Rosana Arbelo. Y empecé charlando y acabé escuchando, y empecé ignorando y acabé sabiendo. Y empecé bebiendo y acabé aplaudiendo, y empecé tan lejos y acabé tan cerca, y empecé pasando y acabé cantando. Porque ¿Para qué nos vamos a engañar? Hace rato que esperamos más bien poco (y menos aún milagros) los gatos escaldados. Y es un lujo escuchar la voz que clama en el desierto, y es un gusto que canten en el corazón y el talento en lugar de las calculadoras. Y cuidado, que no somos amigos aunque lo seremos. En resumen: no se la pierdan"
(Joaquín Sabina, 5 de mayo de 1.996).
Publicado por Victor Alfaro (al caer el sol).
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