Joaquin Carbonell dice esto en el periodico de Aragón:
Joaquín Sabina fue abordado por una… una… no sé cómo definirla; una de esas chicas armadas de un micrófono, que tienen la orden tajante de su empresa de traer en la cestita cada día un poco de menudillos del mercado. O recolectan casquería o a la puta calle. Por eso uno se asombra al constatar que estas muchachas, incluso con el título de periodismo colgado de la pared, no elijan la dignidad de la puta calle frente a la humillación de la prostitución tan barata, que ejercen para esas productoras que nutren de carnuzo podrido las mesas de nuestras televisiones y programas…Sabina, digo, se giró, mudó la expresión y soltó: “¡No tolero que me pregunten gilipolleces y tú me estás preguntando gilipolleces!” ¿Qué había sucedido? Que la ingenua muchachita le había solicitado su opinión por el gesto de Telma Ortiz, hermana de la princesa Letizia, de solicitar amparo al juez para no ser molestada por la jaleada prensa del corazón. Que no la persigan, dado que no es un personaje público. Que no la acosen. No es tan difícil de entender. ¿Qué hay que discutir? ¿A quién hay que encuestar? A nadie. Pero estas empresas que viven de atormentar a los famosos, no tragan. Les indigna que un juez les impida realizar ese trabajo. Y van y le colocan la alcachofa a Sabina. Moraleja: es un grosero y un cabrón. ¿Qué son entonces ellos?
jcarbonell@aragon.elperiodico.com
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